Una charla, una noche a la luz de la música gentil que nos conducía, y recordé este texto, porque en su momento hubo varias cosas que me marcaron. La idea del pájaro chocando cual Narciso contra un espejo, me remitió a Lacan y las fases del espejo por las que todo infante pasa, pero otra cosa que me marcó y mucho fue la idea de que un espejo retrovisor de un auto cobrará otra forma, pasar de ser un mapa determinado a ser otro, un territorio inabarcable que informa en sus diferencias ...Bateson y sus teorías ... y un pájaro, una gatita, un hombre, una mujer, y una noche ... la noche, un territorio inabarcable, y en las diferencias armar un mapa que por esa noche será nuestra guía ....
El otro Narciso...
"Dejamos el auto al lado del Bungalow, da igual dejarlo allí o en otra parte porque es algo que no miramos e incluso que no vemos salvo en el momento de usarlo. Pero el pajarito pardo que viene a posarse sobre el espejo retrovisor transforma bruscamente el auto en un reino propio, nos obliga a considerarlo de otro modo, a verlo de veras por primera vez.
Más pequeño que un gorrión, el pajarito tropical se ha descubierto en el pequeño rectángulo brillante, ha querido entrar en el espejo y reunirse con el otro pajarito, sosteniéndose un segundo en el aire frente al espejo, y ahora la resistencia del cristal azogado lo obliga a ascender buscando siempre la entrada hasta posarse en el borde cromado del retrovisor.
Su sorpresa -de algún modo hay que decirlo- debe ser grande cuando deja de ver al otro pajarito y reencuentra la línea de árboles distantes, el horizonte de la playa. No comprende lo que pasa (de algún modo hay que seguir contando esto) y baja de nuevo al borde de la portezuela, enfrentándo al espejo y viéndose, reconociendo al otro pájaro idéntico a él, y entonces salta agitado en el aire frente a su imagen, se precipita contra el espejo, y otra vez rechazado, tiene que subir hasta posarse perplejo en el borde.
Lo miramos desde la veranda, empecinadamente busca encontrarse con el otro pajarito, sube y baja, revolotea frente al retrovisor.. Bruscamente vuela hacia los árboles y se pierde en el follaje; es nuestro turno de comentar enternecidos esa ilusión; ese diminuto teatro del artificio donde hemos visto representarse una vez más, el drama de Narciso. Nos decimos, sin hablar, que a diferencia del adolescente enamorado que se buscará hasta la muerte en el cruel espejo engañoso del estanque, el pajarito habrá olvidado ya su ansiedad, y su deseo, sin duda porque en él no hay ansiedad, ni deseo, y mucho menos, memoria, y sólo nosotros enternecidos, lo investimos con nuestras propias nostalgias donde Narciso y Endimión; Dafne y Procne, dónde Hilas y Arión y tantas otras metamorfosis del deseo se buscan en los espejos del sueño y del inconsciente. Y acaso estamos a punto de decirlo y sonreímos con algo de piedad y de consuelo, cuando vemos volver al pajarito,ir directamente al retrovisor, recomenzar su choque inútil, saltar al borde, descender, y volar, empecinado, alucinado, enamorado. Sólo entonces sentimos, sólo entonces sabemos que eso no era un simulacro en el que sólo buscábamos una analogía con nuestra condición solitaria de humanos, de Narcisos aislados y excepcionales; ahora comprendemos que eso que estamos viendo, puede decirse con las palabras que nos habían parecido solamente las de nuestro lado, y que Narciso puede tener alas o escamas, o élitros o ramas y también memoria y deseo y amor.
De pronto estamos menos separados del latir del día; nuestros espejos llaman y devuelven otras imágenes, juegan con otros deseos, sostienen otras esperanzas; no somos la excepción, Narciso pajarito repite el mismo juego interminable en su pequeño estanque de azogue, en su engaño de amor que abraza la totalidad del mundo y sus criaturas."
Julio Cortazar
El otro Narciso...
"Dejamos el auto al lado del Bungalow, da igual dejarlo allí o en otra parte porque es algo que no miramos e incluso que no vemos salvo en el momento de usarlo. Pero el pajarito pardo que viene a posarse sobre el espejo retrovisor transforma bruscamente el auto en un reino propio, nos obliga a considerarlo de otro modo, a verlo de veras por primera vez.
Más pequeño que un gorrión, el pajarito tropical se ha descubierto en el pequeño rectángulo brillante, ha querido entrar en el espejo y reunirse con el otro pajarito, sosteniéndose un segundo en el aire frente al espejo, y ahora la resistencia del cristal azogado lo obliga a ascender buscando siempre la entrada hasta posarse en el borde cromado del retrovisor.
Su sorpresa -de algún modo hay que decirlo- debe ser grande cuando deja de ver al otro pajarito y reencuentra la línea de árboles distantes, el horizonte de la playa. No comprende lo que pasa (de algún modo hay que seguir contando esto) y baja de nuevo al borde de la portezuela, enfrentándo al espejo y viéndose, reconociendo al otro pájaro idéntico a él, y entonces salta agitado en el aire frente a su imagen, se precipita contra el espejo, y otra vez rechazado, tiene que subir hasta posarse perplejo en el borde.
Lo miramos desde la veranda, empecinadamente busca encontrarse con el otro pajarito, sube y baja, revolotea frente al retrovisor.. Bruscamente vuela hacia los árboles y se pierde en el follaje; es nuestro turno de comentar enternecidos esa ilusión; ese diminuto teatro del artificio donde hemos visto representarse una vez más, el drama de Narciso. Nos decimos, sin hablar, que a diferencia del adolescente enamorado que se buscará hasta la muerte en el cruel espejo engañoso del estanque, el pajarito habrá olvidado ya su ansiedad, y su deseo, sin duda porque en él no hay ansiedad, ni deseo, y mucho menos, memoria, y sólo nosotros enternecidos, lo investimos con nuestras propias nostalgias donde Narciso y Endimión; Dafne y Procne, dónde Hilas y Arión y tantas otras metamorfosis del deseo se buscan en los espejos del sueño y del inconsciente. Y acaso estamos a punto de decirlo y sonreímos con algo de piedad y de consuelo, cuando vemos volver al pajarito,ir directamente al retrovisor, recomenzar su choque inútil, saltar al borde, descender, y volar, empecinado, alucinado, enamorado. Sólo entonces sentimos, sólo entonces sabemos que eso no era un simulacro en el que sólo buscábamos una analogía con nuestra condición solitaria de humanos, de Narcisos aislados y excepcionales; ahora comprendemos que eso que estamos viendo, puede decirse con las palabras que nos habían parecido solamente las de nuestro lado, y que Narciso puede tener alas o escamas, o élitros o ramas y también memoria y deseo y amor.
De pronto estamos menos separados del latir del día; nuestros espejos llaman y devuelven otras imágenes, juegan con otros deseos, sostienen otras esperanzas; no somos la excepción, Narciso pajarito repite el mismo juego interminable en su pequeño estanque de azogue, en su engaño de amor que abraza la totalidad del mundo y sus criaturas."
Julio Cortazar